miércoles, 14 de octubre de 2020

MIE

Madrugo lo justo como para no cuestionar mis actos. El tiempo está medido. Vestirme por inercia pero con cuidado, aunque apenas vaya a usar esa ropa un par de horas en todo el día; después llevaré un pijama ajeno que ha pasado ya por miles de cuerpos y miles de procesos de desinfección, planchado y distribución aleatoria. Me visto como persona, decía. Menos especial que antes. El vestuario es ahora un disfraz con el que transicionar a través del mundo. Pasar desapercibido es una tarea demasiado sencilla, y eso a veces me molesta. Café. Dos tercios de agua en la taza roja de siempre, un minuto en el microondas, una cucharadita de café, una cucharadita de azúcar, remover, sentarse. El silencio que provoca el descanso del motor de la nevera me hace pensarme. Primer juicio de realidad del día: yo existo sin quererlo. El café quema. Enciendo la televisión, canal 24h, deseo ver el desastre del mundo y no lo deseo al mismo tiempo. Ruido, tal vez solo busco eso, ruido. Pellizco mis dedos, los unos con los otros. Las pastillas. Saco la que está donde pone MIE en el blíster. Todas son iguales pero así al menos finjo cierto control sobre mis decisiones. Doy un sorbo de la taza roja. El tiempo ha pasado deprisa, pienso, o acaso mis manos frías se han llevado parte del calor. Pastilla, café, deglución, café, deglución, mirada perdida sobre la mesa. Cojo las llaves, salgo del sitio donde vivo y llego al hospital. Subo las cinco plantas andando. Nadie usa las escaleras y eso tiene ventajas. Fuera ropa de persona, dentro pijama institucional. Entro en la consulta, menciono  nombres, van pasando. No tome sal. Levántese la camisa. Súbase a la báscula. Respire hondo. No, los diuréticos son para orinar. Está bien que pasee tanto. No, no soy doctor. ¿Ha tenido dolor en el pecho? Recuerde que debería vacunarse. Ficho a la salida, llego a casa y cocino algo rápido. Me siento tan vacío. Estoy perdido, muy perdido. ¿Y mi sitio? No logro verlo. Estoy cansado, ya lo sabes. Creo que no puedo más pero continúo en este no-lugar. Simplemente existo. Esto es la nada, y en la nada no se puede habitar. Ceno un yogurt. Un vaso de agua fría. Pastillas. Busco el respectivo MIE en el blíster de otra caja. Fingir control. Entro en mi habitación y aterrizo en la cama. Con suerte leo algunos poemas. Luego decido irme a dormir. ¿Pastillas? Último juicio del día.




No recuerdo
una anti-historia mejor.



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