miércoles, 15 de abril de 2015

Sin anestesia

Sé que no paro de fantasear y pedirle al cielo de los deseos que amaine la tormenta. Dentro del caos, en el ojo del huracán muy de vez en cuando y en una paz aparente, puedo respirar. Está todo devastado. Todo. No queda absolutamente nada en pie, nada nuestro en pie. Los árboles y las montañas se han mantenido, pero eso no es nuestro. Se han inundado las casas que han quedado fijas al suelo, y las que no, se las ha tragado el viento y el agua. Los postes de la luz están tan tirados como las fuerzas. Hay cadáveres... Allá por donde pisas, hay cadáveres. Algunos son de nuestra especie. También hay vacas, caballos, cerdos... Los cultivos más anegados que aquellas venas en alcohol, que aquel cerebro en formol de la universidad de las utopías.


Y todavía pude ser todo este caos
un respiro en el ojo del huracán...

Sé que no paro de fantasear. Con que pase la tormenta, con que esto es real...

Pero tengo la extraña sensación
de que esta tierra húmeda
esta aldea devastada

                                que ni es metrópolis...

cuando pase la tormenta
será el páramo más oscuro
que nunca jamás habría escrito