domingo, 13 de enero de 2019

No es la duda, es la certeza

Mírame. No queda nada, salvo un breve poema más a la desesperación que escribí hace siempre demasiado tiempo:


El silencio:
una habitación de suelo yermo
del que brotan inquietas malas hierbas
─seductoras y ocultas─
en forma de preguntas
            y rotundas verdades.




Es curioso. Siempre es demasiado aunque al final salga adelante. Nunca es suficiente pero es conformismo todo lo que en mí habita. Conformismo, y no descarto algún trazo de placer entre tanta bruma desagradable. Tal vez confunda el hastío con la resistencia. Ya no se atreve nadie a tomar las riendas de ningún carro si ve al caballo cojear. No queda nada, ni fuera ni dentro. Aunque esto no es ninguna novedad.

Verás, he llegado a la conclusión de que todas las imágenes que tenía de mí eran simplemente ficción. Viendo a la gente pasear feliz por las trincheras del día a día occidental pensé:

Me echo de menos.

Luego le di algunas vueltas.
Caí entonces en lo absurdo.

No eché a reír por compasión hacia mí mismo a estas alturas el espejo inspira clemencia, pero resulta frustrante ver cómo todo funciona con algún extraño sentido, mientras que tú apenas sigues por no hacer daño al dejar de ser. No sé si me explico, creo que sí. Siento que me entiendas.

Me echo de menos...

Como si alguna vez hubiera pensado seriamente que esto tiene alguna salida. No. Realmente siempre ha sido igual. Quizá hubo intentos fallidos y un éxito maquillado por terceras personas. Me hicieron olvidar que en mí hay un gran actor, es cierto. Pero la realidad sale con fuerza siempre ante mis ojos ya acostumbrados a este paisaje. 



Creo que ya es suficiente por hoy. Nos vemos en la próxima, cuando siga sin tener con quién, pero me sobren los contenidos.