jueves, 14 de diciembre de 2017

Entre dioses y reyes

Me imagino en un trono de madera guardado por una fría y enorme sala repleta del silencio que habla por mí. Hace meses ─demasiados ya, hasta para un rey─ sabía de un rumor sólido y creíble: antiguos aliados y hasta entonces desconocidos, se maquillaban como enemigos subidos en armas de pocos pero suficientes centímetros de altura en la noche. Pensé que fue la historia con su habitual costumbre de destronar y exiliar a hombres poderosos. Bastó mirar la bóveda de cristal sobre mi trono para no darle mayor importancia. Ya vendrá la guillotina para besar mi nuca.

Obcecado en mi mandato de ausencias, tuve fe en las murallas de mi reino; nadie más había querido entrar, pues solo yo y mi omisión estábamos tras ellas. Pero ese rumor ávido y certero se acercaba. Solo era un rumor, no existía, solo eran las aspiraciones heladas de un cuchillo a kilómetros de mí. Sin embargo, olvidé que al ver el verbo, éste toma existencia indiscutible. 

Con mi virgen divinidad abandoné el asiento, y tras la ventana cerrada, la batalla más sangrienta e ignorada se cobraba en cada palabra un trocito de vida. Tomó sentido entonces el rumor, y ya no era un canto burlesco dibujar la hoja de la guillotina en un papel de seda. Contemplando la muerte bailando entre dos cuerpos, sonreí. Yo era quien no le seguía el ritmo.

Comprendí que no era un castillo, sino un templo; que no era un rey, sino un Dios que ignora las plegarias de su creación; que no tenía más poder que la soledad, que solo tenía compañía en el infierno donde se mueren por volver. 

domingo, 10 de diciembre de 2017

307

|||||||||y seguimos dibujando rayas||||||||||||||||||||||||||||
|||||||||al cerrar los ojos||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
|||||||||||||||||||||||en el continuo muro|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||de la memoria|||||||||||||||||||||||||||
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sábado, 7 de octubre de 2017

Éter

Es una sensación extraña esa que recorre las vísceras cuando miro paralizado este abismo tan hondo que hay dentro de mí. Paralizado...

Años, lleva años dentro y sé que nunca va a irse. Soy una suerte de vacío constante, un Dios mediante sin fieles, y por ende, sin poder alguno que pueda ejercer. No va a irse nunca.

Éter... Todo aquello que es nada. La palabra que siempre fue utilizada para nombrar lo que no tiene nombre, pues al nombrar las cosas, le regalamos su existencia.

No es necesario nombrarme, no requiere mucho esfuerzo percatarse de que no existo, no soy; habito e inundo inerte toda la nada, todas las cosas.

Respiro un aire del que dudo. Evito conversaciones que sé ficticias. Visto una piel imperturbable, emito una voz reflejo de la aspiración inalcanzable del deseo de vivir.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Nada que ver | Las últimas palabras: Poesía reunida (2016-2017)


Esta antología recoge los poemas de mis dos últimos libros: "Nada que ver" y "Las últimas palabras".

El precio es de 10€ envío incluido a península y Baleares. El pago puede hacerse por transferencia bancaria, PayPal o (si es físicamente posible), en mano. Si es por una de las dos primeras vías, escribe un concepto para que sepa de quién es el pago (por ejemplo: nombre, correo electrónico, dirección...). El IBAN o la cuenta de PayPal te la paso por correo.

Si te interesa, escríbeme a gvera.contacto@gmail.com 



sábado, 16 de septiembre de 2017

¿Ser como ellos?

A lo largo de mi vida he tenido la suerte de ir desarrollando desde bien temprano un alma estoica y apartarme de las corrientes mayoritarias a la que empuja sin escrúpulos una estructura social con intenciones muy bien definidas y limitadas. No tomar parte de los placeres artificiales que se nos ofrecen desde el momento en que empezamos a consumir, me trasladó a otro lugar desde donde hacer mío aquel prisma de crítica y distancia con lo que allí abajo, tristemente acontecía. No fueron pocas las violentas aproximaciones obligadas ─guardando siempre la digna distancia─ a ese páramo de inconscientes sin razón que solo fluyen, así que pude observar de cerca sus movimientos, sus ojos inertes, los cuerpos cansados y en un volátil movimiento prediseñado.

Todo aquello que hacían los otros les servía para llenar los vacíos internos que tiene el ser humano desde su aparición en vida. Hay quien se atreve a llamarlo "motivaciones", como si realmente hubiese una explicación lógica al ciego devenir de la mayoría. La cuestión es que la consigna dominante lleva muchos años siendo "debes ser feliz, ese es el fin de tu existencia". Pero no se quedaba ahí; aquella voz demiúrgica sentaba además las bases del camino para esa meta. No era una sola senda, el plan estaba bien fabricado. La estructura está preparada para distintos tipos de individuos. Desde el estoico que busca formar una familia, comprar una vivienda y morir poco después de pagar la hipoteca y los estudios de sus hijos, hasta el crápula cuya única meta es tener varios coches, muchas mujeres y no pensar en lo que sucederá dentro de tres días.

Hay, pues, mentiras para todos los gustos de la mano de la sólida y translúcida ─transparente para la mayoría─ estructura que nos pretende doblegar. Sin embargo, como decía, pude apartarme de ello. Era hora de romper con todo; cualquier momento es bueno para ello. Pero romper con la estructura consiste en salirse de ella. Es imposible acabar con algo tan inmenso formando constantemente parte de ello; desde la individualidad de nuestras acciones es el único lugar donde podemos dibujar un nuevo relato. Desde luego no será un relato para exhibir, no será algo que compartan otras personas, porque es, precisamente, individual; esquiva la trampa del sujeto social, rechaza las cadenas del grupo, la asfixia de la masa que engendra cientos y cientos de personas en soledad que creen estar acompañadas por notar un breve halo sobre su hombro, sin percatarse de que no es más que la pronta asfixia o continua agonía de alguien que probablemente quiera aprovecharse de su espalda.

Por ello no es de extrañar que, llegados a este punto de creación de valores, este precioso lugar en el que me visto sin los grilletes de ideas lanzadas y hundidas en lo más profundo de un ser humano, me plantee mirar, no ya hacia arriba ─la cumbre en este aspecto está alcanzada─, sino hacia un horizonte vacío. ¿Habrá algo más ahí? Algo que ya estuviera antes de yo llegar, algo real más allá de las manos ingenieras con las que construyo. Observo también bajo mis pies: ¿pude yo, en algún decadente momento, ser como ellos?

jueves, 14 de septiembre de 2017

Septiembre

Ha sido un verano peculiar cuanto menos. Sin duda, ha estado lleno de trabajo por el arte, voluntario y necesario al mismo tiempo,como no puede ser de otro modo. A comienzos de éste, imprimí un par de tiradas de "Las musas", libro del que no estoy especialmente orgulloso, tanto por la forma como por el contenido, pero me consta (y sabed que lo agradezco infinitamente) que algunas personas que suelen pasarse por aquí a echar un vistazo, querían guardarlo en sus estanterías. 

Después tuve el placer de editar con mi gran amigo Víctor Díaz una antología de su puño y letra. "Palacio de invierno". Me encargó el prólogo y con muchísimo gusto y libertad, ocupé las primeras páginas de su obra. Consiguió distribuir todos los ejemplares en menos es un mes, y ahora estamos trabajando en la segunda edición. Otra imprenta, otro formato, más poemas...

Cuando acabamos, allá a principios de julio, sentí un profundo hastío propio de los meses de verano. Tenía que hacer algo, o este sería como el resto de calurosos e inertes meses de la época estival en años anteriores. Me propuse entonces editar "Nada que ver", segunda antología. Víctor me hizo el prólogo, solicité una prueba de imprenta para valorar calidades... Surgió entonces, gracias al regreso de ese hastío cuando acabé el trabajo de edición y corrección, de publicar una antología mayor: "Nada que ver" y "Las últimas palabras". Publicar un solo libro, teniendo otro que, pese a ser distinto en forma y contenido, completan una historia, me parecía atrasar inútilmente lo que más necesitaba en ese momento: cerrar una etapa. 

No es, desde luego, una estrategia editorial común. Habría sido más "rentable" publicar primero "Nada que ver" y al tiempo "Las últimas palabras". Pero repito, no busco eso. Hasta hace apenas unos días, la edición de esa antología me ha llevado muchas horas diarias y la colaboración, con prólogos, introducción e ilustración de personas distintas que, en cierto modo, me han acompañado durante todo este publicaré algo dentro de poco respecto a la antología en sí.

Sin lugar a dudas, puedo decir que este libro me ha salvado un verano de silencio, sábanas pesadas y persianas bajadas. Ahora empieza otra nueva etapa, tanto en mi vida, como en la poesía. Espero poder tener más luz y claridad a la hora de escribir; estoy en mi hogar, me dedicaré a lo que siempre quise, podré respirar en paz... Os dejo algo que escribí a orillas del Guadalquivir durante mi estancia en la Sierra de Cazorla. En cierto modo, la idea inunda ahora todo lo que digo. O, al menos, esa es la intención. 




Escribimos para cerrar etapas
de una vida que no supimos tener.

Escribimos para ver
lo que los ojos no ven,
para encontrar bajo la tinta
las palabras que nada más
logramos entender en sueños.

Escribimos porque solo en el papel
tiene sentido
          un punto
               y final.

jueves, 24 de agosto de 2017

Carta a un vago futuro

No podemos hacer al tiempo responsable al hablar de pieles abiertas y cicatrices mal curadas. No existe herida, por más que la busques. Las horas dejarán una carta sobre la mesa con un remitente del pasado: nos hemos convertido en la propia herida que no sabe cerrarse. Aparecerán elixires y conjuros dibujados como solución y antídoto a un dolor que no conoce rostro alguno ni voz que explique su causa; no creas en ninguno de ellos.

Cansados, como el ciprés que llora al solo escuchar hablar de sí como una sombra que habita de pie entre tanta muerte y tanto olvido. Apareceremos vivos, igual que la mota de polvo que viaja inerte por la habitación, cuando sacudes la copa de cristal y un leve soplo interrumpe el silencio. No creas en ninguno de ellos, ni en sus palabras cargadas de esperanza, ni en las suculentas promesas de un futuro mejor; nada de eso puede ser real.

Abre la luz del espejo, deja que sus ojos sean los tuyos, abraza el vacío que brota de ellos. Comienza, entonces, a construir tu semejanza.

viernes, 28 de julio de 2017

Fuerzas mayores

Cinco minutos bastan 
para soñar toda una vida, 
así de relativo es el tiempo.

No fui yo quien abrió la caja que se escondía en un altillo del armario. Sobre las camisas y entre las sábanas viejas solía descansar. No fui yo, lo juro. Fue un poema el que la bajó de ahí. Al abrirla encontré un mundo apenas imaginado. Encontré la levedad del deseo, el recuerdo lento que deambula por la memoria, las caricias que no son. Todo eso encerrado entre cuatro o seis paredes de cartón. Un viaje, vasos vacíos, cartas y sobres sin remitente... Marcos que guardan fotografías inmortales; sería una contradicción deshacerse de ellas.


No te rindas 
que la vida es eso, 
continuar el viaje, 
perseguir tus sueños, 
destrabar el tiempo, 
correr los escombros 
y destapar el cielo.


lunes, 3 de julio de 2017

Inocua

Suelen ser las seis de la mañana, tal vez las siete -ese es el margen de error del sol en la ventana- cuando envuelvo de nuevo mi almohada alrededor de la cabeza, en el perfecto equilibrio entre lo justo para que pueda respirar, y creer que aun no ha empezado el día. Dura poco ese letargo, a las ocho ya estoy tomando un café solo. Solo. Entretanto, espero que se enfríe un poco, lío un cigarrillo, preparo las pastillas. Cuando el filtro se ha arrugado lo suficiente como para que me quemen los labios en la última calada, doy el primer sorbo, paciente, no hay prisa para nada.

Luego intento hacer algunos apaños en la casa que también es la mía, aunque la desidia no tarda en volver. El sofá o la cama vuelven a arroparme; ya no contemplo los rostros cambiantes del gotelé en el el techo, prefiero cerrar los ojos, pensar que no hay nada -aunque las golondrinas y el viejo motor de un reloj me recuerden que al menos oigo-.

Llega el almuerzo y me vuelvo a sentir culpable, lastre, ancla en mitad del mar de otros. Hago mi parte, callo, hablo lo que toca, acaricio el plato sin mirar y me levanto, haciendo ver con ese movimiento que todo está en su sitio. Si friego lo ensuciado, las heridas de mis manos me recuerdan la ansiedad de las horas previas, la falta de oxígeno, la falta de un compás, de un ritmo acompañante.

Subo a mi habitación. Ruido y más ruido. No pretendo descansar, pero la almohada vuelve a abrazarme desde la nuca encerrando mis orejas, ayudando al descanso de mis hombros. No lo consigo, cambio de habitación y pasan algunas horas. La caída del sol se hace menos eterna de este modo, la espera es menos insistente en habitaciones separadas. Eso quiero creer.

La cena es simple, familiar, a veces. Después vuelvo a mi habitación, por fin en silencio. La ciudad descansa también en las afueras, solo algunos perros ladran y algunas cigarras hacen su musical nocturno. El réquiem de la noche rompe las estrellas. A veces leo, otras, busco preguntas simples que responder. Pongo música que rompa el silencio, que compita con los perros y las cigarras. Así puede ser, en cualquier momento, las cuatro de la mañana con los ojos cansados de inmovilismo. Es entonces cuando entiendo que esta rutina es la más inocua para alguien como yo.

domingo, 11 de junio de 2017

Fue precioso el funeral

Tengo algo que decirte, y espero que sea la última vez. No puedes girar constantemente alrededor de una verdad mientras la manchas de mentira, hasta el punto de creer que no es cierta. No puedes engañarte si es cierto lo que dices, a no ser que me hubieras mentido. Terceras, cuartas, quintas partes... Todas ellas acabaron un con "este es el final". No puedes acercarte a las ruinas y gritar que se levanten. No sirve de nada pedir que vuelvan a ser hogar.

"Márchate, esta tierra está maldita".

Sobran, sobran todas las palabras que pueda decirte, porque todas están dichas. No te pido que creas en las mías, sé que no solías hacerlo. Solo te pido que te creas tu mentira o tu verdad, pero que te lo creas. Inventa el escenario perfecto, da rienda suelta al viento que me haga marchar lejos sin que sea yo el que se mueva. De nada sirve llorar sobre la tumba abierta de un vivo.

Nunca hablé de faldas, y las palabras eran del poeta, no mías. Nunca tuve la incierta certeza de que solo pudiera estar contigo o contra mí, porque eso solo ocurre cuando no es tarde, y ya lo es. Porque ya no hay donde pueda habitar, porque, como has visto, solo quedan ruinas. Y no te culpo, de veras. Solo te pido que aprendas de mí, y, por una vez, cargues con una derrota sobre tus hombros. Tengo algo que decirte: espero que sea la última vez.







No te dicho aún,
fue precioso el funeral. 
Te transfiguré, 
una muesca que sabré disimular. 

Con los cambios de estación 
puede doler. 
Ha sido un placer, 
buena suerte, apártese.

lunes, 5 de junio de 2017

Nota de autor

No es que tenga demasiadas conversaciones abiertas, así que las preguntas me las hago yo. ¿Por qué no va a salir a la luz? ¿Por qué he borrado las últimas entradas que publiqué aquí?

Desde hace muchos años sentí que las letras entre las que no podía evitar perderme estaban ordenadas en verso. En algún momento decidí empezar a escribir, dentro de mí había ideas, emociones, hielo y fuego que necesitaban salir de algún modo. Empecé a escribir, de aquella manera.

Con el tiempo, los versos fueron madurando. Nació entonces una voz propia; cada texto tenía una voz propia, un estilo, unos rasgos que podrían diferenciar el conjunto de ellos. Pero el ritmo y la lírica no lo son todo. La forma y el relato nunca fueron suficiente. Este es el motivo, esta es mi respuesta.

Las experiencias que he vivido, las emociones que he sentido, para nada eran fieles a lo que escribía. Todas mis letras eran grises, cada estrofa escondía un puñal, tal vez imaginario, qué sé yo. No es poesía. Hubo un momento en que lo creí, pero hoy tengo la certeza.

Coincide con el nacimiento de Lorca esta conclusión. Pura casualidad, solo eso. Decía el poeta que este género no quiere adeptos, quiere amantes. Y, si nunca he sabido amar bien, ¿cómo iba a escribir algo que estuviera a la altura de lo que decía el corazón? Nunca fue suficiente.

Cuando acertaba en la forma, estructura, ritmo... Fallaba el relato. Cuando era fiel a la realidad, cuando escribía sobre lo bello que tenía cerca en aquel momento, fallaba la forma. He pasado mucho tiempo ignorando al fantasma que me dice que no es suficiente, pero hoy conozco la realidad. Ni fue suficiente aquello que escribí, ni estuvo a la altura.

En esta última etapa han surgido algunos... "textos". No me atrevo a llamarlos poemas ya. De cualquier manera, tenían la misma tonalidad que los anteriores. Ese gris oscuro, casi artificial. Sin embargo, me he centrado más a la crítica, a escribir reseñas. La sensación de que nadie te lee en los comienzos es normal. Sin embargo, cuatro años no son ningún comienzo, cuatro años son muchas oportunidades, y no es casualidad esta sequía de ojos que miran lo que escribo.

No es una derrota, es una determinación. Mi labor por la poesía no estará en las estanterías, no seré citado, no se me recordará. Mi labor está, como decía antes, en la crítica. Confiar en mi criterio. Ese mismo que me dice, "no publiques nada".

miércoles, 1 de marzo de 2017

Final

Málaga, 21.01.17

I

Una grieta
recorre todo mi cuerpo
al saber que en todos estos años
el gusano dejó de ser mariposa.

Así fue, de algún extraño modo,
en contra de la naturaleza,
de la vida y su corriente cruel,
poco a poco empecé a morir,
a dejar de brillar, a darme cuenta
de la torpeza del viento;
empecé a entender
que nada en la vida
tenía en absoluto sentido.

Así empecé a morir,
volviendo, poco a poco
a ser nada otra vez.



II

Estuvo bien jugar entonces a ser feliz,
comprar solo el billete de ida
era una idea
que parecía tener encanto.

El viaje estuvo plagado
de trenes por las esquinas,
autobuses con doble dirección,
semáforos indecisos y gente
sin sentido alguno de ser.

A la vuelta,
ninguno de los trenes anunciaban
la próxima estación.
Todas eran la última.


III

Escribo una carta que el tiempo
no me permite enviar
ni recibir.
Remitente y destinatario
tenemos el mismo nombre.
El sello es un reloj
que marcha hacia atrás;
tal vez la dirección
haya cambiado de sitio.

Empiezo pidiendo disculpas
por llevarme lejos,
por no pensar en mí,
por ir enterrando uno a uno
todos mis sueños.

Me insisto en algo
que ya sabía:
     No te fíes de las cosas
     que se hacen porque sí.

Firmo sintiéndolo en el alma
y guardo la carta en un cajón.
Mientras, el tabaco empieza a ser ceniza,
un blister de pastillas tiene los días contados.

El final se sigue acercando muy lentamente.
Le miro a los ojos desde lejos,
camina despacio hacia mí.
Mi pecho lo espera, mis manos lo espera,
mi estómago lo espera, yo fantaseo su llegada
mientras el resto lo teme
con más impotencia que yo.

viernes, 3 de febrero de 2017

Enero gris

Esta mañana no he podido evitar coger tu foto y mirar tu sonrisa. Lo primero que hice fue sonreír contigo. Justo después, apretar los dientes y dejar que las lágrimas acaricien mis ojeras. No porque ya no estés, no porque te fueses demasiado pronto. Fue porque yo no sonreía como tú. Quise pedirte perdón, por todas las veces que me he rendido, por todos los muros que no sé saltar, por mis calles sin salida, por todas las batallas que he perdido. 
Quise pedirte perdón,
pero ya no estás,
y yo no quiero seguir. 

viernes, 6 de enero de 2017

Carta al pasado

Pedir disculpas sería una buena forma de empezar. Creo saber todo lo que ha pasado, pero al mismo tiempo me persigue una sombra que dice que dude, que reniegue de las certezas, que entierre todas mis verdades. Lo cierto es que en estos años ha ido fallando el plan A, el improvisado plan B, y el plan C no es más que una toalla en el suelo, una bandera blanca ignorada por todo. No sabría qué decirte, no sabría qué hacer sí volviera a nacer. Ha pasado tanto tiempo en el que lo he dado todo, que no sé si quedan balas en la recámara ni si quiero utilizarlas contra mí. Seguramente no estés entendiendo nada, pero tranquilo, todo será como tenga que ser. 

No sé si podrás perdonarme todo esto que acabarás siendo, pero te aseguro que no he podido hacer más. Lo que tienes delante son las cenizas de todo lo que había. Te he llevado lejos de donde quieres estar, pensé que resultaría positivo, pero el problema no estaba ni en el lugar, ni la solución en el cómo. El problema estaba en nosotros, y no sabría decirte desde cuando. Tal vez ahora, cuando estés leyendo esto, no me creas si te digo que todo va mal y que el origen está muy adentro. Te he encerrado en una espiral que se hace eterna, en el silencio, en la soledad. Te he robado varios años de salud, de felicidad, de compañías que, te aseguro, van a faltar en algún momento y no podrás hacer nada por recuperarlas. He devorado tus sueños, tus aspiraciones, he creado dentro de ti el vacío más absoluto y nada ni nadie puede salvarme ya de todo eso. He creado demonios dentro de ti, sombras que antes eran luz, he hecho de tu sonrisa un enigma sin solución, de tu corazón, un saco de arena mojada. A partir de ahora, de mi presente, siempre será tarde. 

De cualquier manera, solo puedo decirte algo, y sé que de este modo irá todo mejor. Cumple tus objetivos. La vida está construida alrededor del fracaso; el mundo, tal y como está ordenado, nos quiere así. Tristes, fracasados, hastiados...

No somos libres, amigo. Aunque eso siempre lo supiste.





Sintiéndolo en el alma, Guillermo Vera, 2017