jueves, 31 de diciembre de 2020

Tormenta breve descriptiva y autolimitada de casi medianoche

No entiendo por qué tenemos que fingir, mal, que todo está siendo como se espera. ¿Como espera quién? La mirada de lo correcto me maltrata. Me dice "entra en escena" al tiempo que se burla por la obvia imposibilidad de interpretar correctamente este papel. Es obvio, es obvio que hay ciertas cosas que yo no puedo, y estas circunstancias del calendario vienen cíclicamente a recordarme mi peculiar disfuncionalidad social y afectiva. ¡Qué remedio! Sigue el show pero ya dejo caer esta pena; no hay nadie alrededor a quién manchar más de mierda. El espectáculo debe continuar, pero poco a poco estoy entrando en una fase en la que la interpretación se hace cada vez menos exigente. Sí, ya lo saben todos: soy un triste niño roto, vacío y agotado. Es liberador no tener que ocultarse activamente —para ser invisible hoy me basta con ser yo sin más, ya no requiere gran esfuerzo—. 

Con el año nuevo viene una idea falsa de que algo realmente nuevo llega. Me falta tanto de todo... Sobre todo ganas. No tengo ganas de nada, no tengo motivación por nada, todo se ha acabado ya. Y esto me lleva a declarar la segunda gran ausencia: no tengo esperanza ya por nada en mí. Nada puede cambiar a mejor, nada puede arreglarse. Algo tan roto, tan gastado y ruinoso no se puede restaurar. 2021, 2020 o 2017 es que da exactamente igual. Está todo igual de perdido. No tengo ganas de llorar. Me duele el cuerpo y no puedo dormir. Me aíslo, me oculto, me escondo de todo y de todos. No puedo construir nada. Soy un náufrago muerto arrastrado por la corriente. Acabar la carrera inscribirse en la bolsa trabajar seguir estudiando especializarse en algo que no sirve para nada seguir trabajando salir de aquí terminar con todo no tengo ganas de seguir escribiendo. Estoy triste. Como siempre. Como todos los años, en cualquier momento. Está perdido. He perdido. Es humillante. 

viernes, 18 de diciembre de 2020

Sobrevivir

Yo quiero ser libre. No un luchador, no un superviviente. Quiero que deje de dolerme todo. Quiero poder dejar de fingir, de dar esperanzas a sabiendas de que son mentira, de ver en cada intento fallido de muerte una pena acumulada, una frustración por no poder dejar de ser. Estoy harto de las palabras vacías, de los eres un luchador cuando no lucho sino que me dejo caer en esta corriente de nimia vida incesante, de costumbres bárbaras y capitalistas, de ser parte de la espiral del consumo en la cadena de mantenimiento de consumidores y obreros y toda esa morralla marxista que sí, es cierto, es certero y científico, pero es que no estoy para eso, no ya no ya no puedo más. 

Pienso en la libertad y qué diablos es sino el poder vivir sin esta constante angustia. No estoy luchando estoy sufriendo. No lucha el niño que muere ahogado en el mar, no lucha la luna menguando y creciendo periódicamente. Tengo en los párpados escritas mis últimas palabras: una sentencia de pena se ha resuelto por fin a favor de la calma que brinda la muerte. 

No quiero sobrevivir si es esta la vida que me espera. Necesito quitarme esta máscara y respirar. Cuando puedo cojo bocanadas de aire, cuando puedo pero cada vez puedo menos, y eso es menos aire, y eso es más cerca la muerte pero nunca llega a tocarme, no acaricia con la ligereza de sus dedos la punta de mi nariz, no clava su guadaña en mis hombros y me lleva al silencio, a la paz. Se acerca pero no termina nunca de llegar, y me embelesa con promesas de calma y levedad, y me convence. Y me convence. 




La noche soy y hemos perdido.
 
Así hablo yo, cobardes.
 
La noche ha caído y ya se ha pensado en todo.



sábado, 24 de octubre de 2020

La burbuja

Es complicado describir el fenómeno. ¿Una burbuja? Puede ser, sí. Puede ser una burbuja. Millones de burbujas en realidad, tantas como desgraciados vivimos en ellas. "Burbuja" parece un término amable, proteccionista incluso si me apuras, pero nada de eso. La burbuja es una manifestación violenta y sibilina, el discretísimo resultado de los mecanismos que se desarrollan bajo esta condena. Es una forma de contención, es una limitación. Limitación, esa es la palabra exacta. Somos unos desgraciados, limitados por la mala suerte de sentir el mundo como lo sentimos, de experimentar de este modo tan desagradable la vida. Estamos rodeados, contenidos, por una burbuja que tiene al milímetro nuestra forma. Es importante recordar que esto es algo ajeno, ¿sí? No soy mi burbuja, no eres tu burbuja, aunque cada una nos limite, nos someta y nos extenúe de una forma tan tristemente particular que parezcamos uno con ella. Pero no, esta sincronía es la del parásito, la de la mancha tóxica que impregna la vida y se amolda a la perfección a cada uno de nuestros contornos. Lo jodido es que con el tiempo acaba echando raíces y te cambia, te consume hasta hacer de ti una enorme mancha inerte: de fuera hacia adentro, la burbuja te come, roba tu energía, te quita brillo y luz. Ah, te has dado cuenta, ¿verdad? Ya no sonríes igual, ya no miras el cielo igual, ya no tantas cosas, ya no ya no, y eso es la mancha, la burbuja. Unas veces se gana y otras se pierde. Ojalá no hubiera burbujas que se hacen tan resistentes y fuertes como la mía. Es opaca. Yo me disfrazo para ocultar el oscuro mate de mi superficie. ¿No lo consigo? Es cierto, hace mucho que no lo consigo, mírame los ojos, ¿ves? Ya, es por eso que ya no vivo ni quiero hacerlo. Es limitante, ya lo he dicho. Te anula como persona porque no te deja ser libre. Cadenas por todos lados, estamos atados a la tristeza por la burbuja que nos separa del mundo, presos de su oscuridad. No somos libres si tenemos encima esta enorme nube densa todos los días. ¿Cómo vivir así? Yo no amo, no porque no sienta, sino porque no puedo permitírmelo. ¿Imaginas? Sería un disfraz constante. Nadie ama a una sombra encerradita en una burbuja. Lástima, sí, o algún resquicio de selección natural, huida del desastre, a saber. Yo no quiero compartir con nadie esta bruma, se hace irrespirable vivir conmigo. Pero amo y es frustrante no poder habitar el mundo de lo amado. No poder.

La burbuja es transparente, discreta. Uno tarda en darse cuenta de ella. Es terrible cuando ves el mundo desde la burbuja y entiendes que estás separado de todo, y que esa separatidad es insalvable. Dentro de ti hay entonces un intento de arder, de quemarlo todo, pero la burbuja es hermética. No puede combustionar nada aquí adentro. No hay energía para arder. Solo queda esperar que poquito a poco se apague lo de adentro, y lo de afuera nos devore del todo. Sus raíces las noto ya en mí. En el estómago, en el corazón, en los huesos... Todo está débil y en un constante al límite. 




miércoles, 14 de octubre de 2020

MIE

Madrugo lo justo como para no cuestionar mis actos. El tiempo está medido. Vestirme por inercia pero con cuidado, aunque apenas vaya a usar esa ropa un par de horas en todo el día; después llevaré un pijama ajeno que ha pasado ya por miles de cuerpos y miles de procesos de desinfección, planchado y distribución aleatoria. Me visto como persona, decía. Menos especial que antes. El vestuario es ahora un disfraz con el que transicionar a través del mundo. Pasar desapercibido es una tarea demasiado sencilla, y eso a veces me molesta. Café. Dos tercios de agua en la taza roja de siempre, un minuto en el microondas, una cucharadita de café, una cucharadita de azúcar, remover, sentarse. El silencio que provoca el descanso del motor de la nevera me hace pensarme. Primer juicio de realidad del día: yo existo sin quererlo. El café quema. Enciendo la televisión, canal 24h, deseo ver el desastre del mundo y no lo deseo al mismo tiempo. Ruido, tal vez solo busco eso, ruido. Pellizco mis dedos, los unos con los otros. Las pastillas. Saco la que está donde pone MIE en el blíster. Todas son iguales pero así al menos finjo cierto control sobre mis decisiones. Doy un sorbo de la taza roja. El tiempo ha pasado deprisa, pienso, o acaso mis manos frías se han llevado parte del calor. Pastilla, café, deglución, café, deglución, mirada perdida sobre la mesa. Cojo las llaves, salgo del sitio donde vivo y llego al hospital. Subo las cinco plantas andando. Nadie usa las escaleras y eso tiene ventajas. Fuera ropa de persona, dentro pijama institucional. Entro en la consulta, menciono  nombres, van pasando. No tome sal. Levántese la camisa. Súbase a la báscula. Respire hondo. No, los diuréticos son para orinar. Está bien que pasee tanto. No, no soy doctor. ¿Ha tenido dolor en el pecho? Recuerde que debería vacunarse. Ficho a la salida, llego a casa y cocino algo rápido. Me siento tan vacío. Estoy perdido, muy perdido. ¿Y mi sitio? No logro verlo. Estoy cansado, ya lo sabes. Creo que no puedo más pero continúo en este no-lugar. Simplemente existo. Esto es la nada, y en la nada no se puede habitar. Ceno un yogurt. Un vaso de agua fría. Pastillas. Busco el respectivo MIE en el blíster de otra caja. Fingir control. Entro en mi habitación y aterrizo en la cama. Con suerte leo algunos poemas. Luego decido irme a dormir. ¿Pastillas? Último juicio del día.




No recuerdo
una anti-historia mejor.



domingo, 6 de septiembre de 2020

Yo cansado

Y entonces dios escupió a mis pies y dijo «será la insatisfacción tu bandera». Estoy cansado. No sé si es que nada es suficiente o es que todo es demasiado para mí. No sé si mi cuerpo está enfermo y me asfixia un aire tan puro, o es que toda la atmósfera está demasiado contaminada ya. ¡Ay! ¿Por qué lo planteo como duda? Yo sé la respuesta, pero me saboteo recitando a Lorca: Solo el misterio nos hace vivir. Solo el misterio. ¡Ay! ¡Ay! Ay. 

Mis certezas me colocan en el lado de los muertos. Los incómodos muertos vivientes. Solo tengo en realidad anhelo de mí. Los muertos no aman. ¿Qué dar? Nada tenemos. Un suspiro de cosas buenas. Polvo de lo correcto. Intenciones que en nada quedan —estoy cansado—. Me pesa la verdad, me arrastra al subsuelo. No puedo, pero aquí sigo. Maldito estafador existencial, ¿eh? ¡Quita de en medio! ¡Algunos queremos vivir! No, no, nadie me ve la pena. 

Yo: agotado, triste, hastiado, enfermo, estable en el hundimiento, sin nada de placer, sin nada de futuro, citado cada seis meses. Yo solo quiero fundirme con la tierra para siempre. Estoy cansado de intentarlo. Yo no pedí esto. Ni el ser, ni el no poder. 

Irme, deshabitar la ruina de mi cuerpo. Qué fantasía. Federico, no hay misterio, solo pesadumbre, constante pesadumbre, y no se va. Y me cansa estar siempre tan cansado, y tanto peso, y tanta angustia sin saber por qué. 



domingo, 5 de julio de 2020

Aute te canta

Quiero que no me abandones
amor mío, al alba.

Es estéril toda llamada a tu atención. No brota siquiera un simulacro de interés. ¿Acaso sí? No lo sé amor mío no lo sé. Tengo un puñal de indiferencia insuficiente atravesado en la lengua, en la yema de mis dedos que sangran según los ciclos de angustia. Tú no quieres nada de esto, ¿verdad? No lo juzgo. Quien huye de una pena así debería estar exento de toda culpa. Esto no es una solicitud de asilo, ni de un salvoconducto que me guarde un ratito entre la calma de tu pecho. Esto es consecuencia del fuego. Me arden las entrañas pero el silencio y el simulacro son mi bandera. Ay, si tú supieras, compañera... Si tú supieras solo pasaría vergüenza. Cada vez nos queda menos. El mundo te espera, aunque yo siempre un poquito más que el mundo, como dijera Benedetti, pues al mundo entregas tu voluntad, y a mí la miseria que sobra del resto. La abrazo y te beso los pies cada vez que puedo. ¿No entiendes nada? Yo tampoco. Con imaginarlo a veces suele bastar. Te he soñado en mi regazo cubiertos de una lluvia constante en mitad de la noche. Fue hermoso, sí. Me arden las entrañas y no quiero que veas el fuego. No vas a pasear tus ojos por aquí, ¿cierto? Claro que no. Me queman estas palabras por dentro buscando tus oídos, necesitando una respuesta. Ojalá hubieras leído los poemas que escribí. No tienes la mínima intención, y eso me da total libertad. Estoy en plena combustión interna, pero no vas a ver el fuego, porque esto siquiera es el humo que descartas contemplar inmediatamente.


domingo, 3 de mayo de 2020

Y no pasa nada

Voy a guardarte como un amuleto
de amor de causas justas de vida.
Soy una sombra desde el día en que nací
yo lo sé yo lo tengo presente y claudico
cuando intento ser luz al lado de tu luz.
No pasa nada;
eres me basta ya conoces el resto.

Tan solo me arrepiento de saber tarde
                 (casi siempre lo es)
que la vida iba en serio
de hablar siempre lenguas distintas
de absorber de ser sombra de no
respetar el tiempo y la distancia.
Y no pasa nada porque sé
que no he muerto.

Asumo el miedo los cortes la sangre
de tu cuerpo y el mío el sudor corrosivo
la viva imagen de lo imposible
era una paz simultánea.
No hay sitio para el perdón
donde ya no queda culpa
donde ya el recuerdo es
lo más puro que sobrevive en mí.

Quizás ya sí es tarde y no pasa nada
por mucho que retumbe aquel verso
de primavera; y de pronto la puerta
no es un error del muro o quizás sí
o quizás vemos puertas entre las grietas
o han crecido de la tierra después
de tanta tanta lluvia no lo sé.

Lo que la muerte no podrá quitarme
viste una piel como la tuya habla
la lengua que tú hablas me sujeta
igual que la idea de saber que existes.
Asumo, insisto asumo también tu diagnóstico
del desastre de los cuerpos que se atraen pero
ya no somos corpóreos, es absurdo
pensarnos como realidad.

Existimos sí
pero yo sé de eternidad
porque tú me has querido.

Lo demás da igual
y no pasa nada.



Resolución de ser feliz por encima de todo, contra todos y contra mí, de nuevo -por encima de todo, ser feliz-.

martes, 7 de abril de 2020

El hambre invisible

¿Cuál es el origen del poema? Era necesario que te cruzases en mi vida para crear todo lo que he creado, pero es muy banal pensarte como un medio. El poeta se debate entre ser un ladrón de palabras o un inepto que no entiende nada pero se cree todos los besos que le dan. En esa guerra he estado siempre, sin saberlo. Ahora tomo conciencia de todo, lo entiendo a la perfección. Todo lo que me corresponde, quiero decir. Mis dudas elementales, como una suerte de Evangelio, siguen ahí: ¿Por qué yo, si tenías todo a tu alcance? ¿Por qué te vas? ¿Por qué no te has ido? Amén. Demasiado compromiso para edades tan sedientas, dice Santi en su libro. No puedo empatizar con él porque yo no he sido un cazador de cuerpos; yo quería la paz, la calma, la seguridad. Y me llamaban criminal por ello.

Ahora lo entiendo todo, decía: yo no podía asumir todo lo que necesitaba aquel proyecto inestable, discontinuo e improvisado. No al menos con el gran desconocimiento de mí que tenía. Ahora me sé al dedillo. Por eso vivo en una trinchera infinita del mundo. Era cierto, no, Guille, no estás bien. Maldita paciencia eterna la tuya. Tuvimos que romper el tiempo para detenerla y que fueras cabal. Era cierto, no puedo ser feliz con nadie, era cierto. Ahora me conozco las esquinas que tú viste antes incluso que yo. Mirada felina y astuta. Te he escrito algunos poemas más, ya con la autoridad que me da el fracaso, como diría Fitzgerald. Aunque he encontrado otros mares, sigo viviendo en un desierto. ¿Puedo decirte que todo me sabe a poco?

Hace unas semanas leí un libro que quise recomendarte. Lo detesté, fue horrible, pero seguro que te encantaría. Un día negro en una casa de mentira. Tal vez lo quieras buscar cuando acabe este simulacro de apocalipsis occidental. Con la lucidez del tiempo pienso bastante últimamente. Lo hicimos tan mal. Y aun así te reirás: volvería a revivirlo sin dudar. Tengo hambre. Cuídate mucho. 


miércoles, 18 de marzo de 2020

Ventanas rotas. Capítulo I: El muro de cristal

¡Hola! Debido a las circunstancias que estamos viviendo no voy a enviar Ventanas rotas (mi libro recién publicado) hasta que no pase la cuarentena y sea seguro exponer a las trabajadoras de Correos, por ello, para hacer algo más amena la espera y la cuarentena particular que cada una estemos viviendo, quiero compartir el primer capítulo del libro.

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Para los que no encuentran la paz
entre el ruido de los hombres.

Para los grandes actores
que callan un llanto y fingen
su costumbre de normalidad.

Para el que no sabe
de la calma porque vive
en una casa con ventanas rotas.

Para todo aquel que habita
en la grieta que brotó de sí.

Somos huérfanos del destino.
Mi abrazo es universal
para el calor de los nadie.


Larga vida a quienes hacen arte,
aunque la muerte los arrastre
a las esquinas.
  







I. EL MURO DE CRISTAL










LAS LENGUAS


El viento sopla con aires de rencor,
las ventanas, como escudos de verdad,
tratan de hacerme ver la calma,
el tiempo, la palabra que no es dicha.

El viento suena como un grito
de dolor, me pide que deje de escribir,
que no dibuje la realidad,
que calle por miedo a la tormenta,

pero la tormenta espera mis pasos
besando el pomo de la puerta.






SERÍA


La noche fue condicional
porque en soledad el silencio
es siempre una verdad incómoda.








¿POR QUÉ DEJÓ DE VOLAR, PREGUNTAN?


Lo rozó una sombra a traición. Sucedió mientras miraba aquel abismo, sin darse cuenta de que lo que allí habitaba, o moría, o descansaba, también lo estaba mirando. La sombra se posó primero en su pecho, fue quemando sus plumas y quebrando cada hueso. Respiró la ceguera que alumbraba, luego exhaló un humo de hastío y desidia. El rumor del último suspiro decía algo sobre sus alas. Nunca voló, siempre fue una frágil figura a ras de un suelo roto ya por el tiempo y los descuidos.

Lo que creen que lo mató
fue saberlo.







LA LUZ QUE SE VE CON LOS OJOS CERRADOS


Aunque salga el sol
y las ventanas no estén rotas
ni las persianas caídas,
aunque el colchón siga vacío
con las sábanas abatidas
como tras una guerra,
la llama de la tristeza
aún no ha convertido en ceniza
el cuerpo que habitan mis demonios.

Un hombre nuevo espera;
no sé cómo decirle
que prefiero llevar
            mi luto
por dentro,
que no es la hora
de cerrar mis ojos.






¿POR QUÉ NO ESCRIBES?


Ya está escrita toda la pena
y una sombra habita mis cuadernos
como quien limpia una casa
vacía desde hace años.

Me mira el papel en blanco
estoico como los ojos del espejo
y me pregunta:
            —¿De verdad quieres que me repita?






ESTE POEMA PODRÍA SER MENTIRA


Suelo pecar de romántico e idealista,
de creer en salvavidas y ángeles
que miran a mis ojos sin saber por qué.
Busco morder la fruta
sin escuchar a ningún dios, sin saber
si aquel bocado me condenará
a un infierno de amor imposible.

No hago caso de la serpiente
que se postra a mi lado.
No aprendo de Adán,
sigo siendo Eva.

No hay nada más dulce
que el fruto del Edén;
Lilith es un invento
de los hombres.
Detrás del árbol
solo había soledad.






YO HE MUERTO CIENTOS DE VECES

Si me asusta
la muerte;
no es porque la presienta:
es porque la recuerdo.
Ángel González



He visto desligarse una sombra
de mi cuerpo,
abrirse el cielo en dos
cuando el sol resplandecía.

He dormido en inviernos
con ventanas rotas;
he pasado días de agosto
sin techo y bajo sábanas.

Tuve que callar el silencio
que mis labios encerraban
e inventar esa luz
que jamás he logrado ver.

Levanté a mi alrededor
muros y andamios
para ignorar
el paisaje devastado por la lluvia.



Soy hoy los restos
de un intento constante
por tomar una última
bocanada de aire.

Soy el polvo y el mar
que entierran el mundo,
soy lágrima eterna
y pena encontrada.

Yo me he convertido en pájaro,
en luna que muere de hambre,
en cuchillos de hielo
y peces ahogados.

Soy todo un teatro
enterrado bajo la arena
donde nadie puede respirar
ni aplaudir ni llorar la escena.

Yo he muerto cientos de veces,
            ¿tú temes hacerlo una vez?




LA POLÍTICA


A menudo me dicen
que me meta en política,
porque no me gustan los privilegios
ni las injustas desigualdades
ni la necesidad de elegir en invierno
entre hambre o frío.

Quien no sabe de política
y, por casualidad, me oye hablar de ella
con la sinceridad que se escribe adiós,
me habla del peso de mis palabras,
que creo en lo que digo, dicen,
por difícil que sea.

Yo suelo reír y esquivar la pregunta.
Por dentro, pienso:
            Si no he sabido construir hogar,
¿cómo voy a hacer país?








ENTRE DIOSES Y REYES


Me imagino en un trono de madera guardado por una fría y enorme sala repleta del silencio que habla por mí. Hace meses —demasiados ya, hasta para un rey— sabía de un rumor sólido y creíble: antiguos aliados, y hasta entonces desconocidos, se maquillaban como enemigos subidos en armas de altura en la noche. Pensé que fue la historia con su habitual costumbre de destronar y exiliar a hombres poderosos. Bastó mirar la bóveda de cristal sobre mi trono para no darle mayor importancia. Ya vendrá la guillotina para besar mi nuca.

Obcecado en mi mandato de ausencias, tuve fe en las murallas de mi reino; nadie más había querido entrar, pues solo yo y mi omisión estábamos tras ellas. Pero ese rumor ávido y certero se acercaba. Solo era un rumor, no existía, solo eran las aspiraciones heladas de un cuchillo a kilómetros de mí. Sin embargo, olvidé que, al ver el verbo, éste toma existencia indiscutible. 

Con mi virgen divinidad abandoné el asiento, y tras la ventana cerrada, la batalla más sangrienta e ignorada se cobraba en cada palabra un trocito de vida. Tomó sentido entonces el rumor, y ya no era un canto burlesco dibujar la hoja de la guillotina en un papel de seda. Contemplando la muerte bailando entre dos cuerpos, sonreí. Yo era quien no le seguía el ritmo.

Comprendí que no era un castillo, sino un templo; que no era un rey, sino un Dios que ignora las plegarias de su creación; que no tenía más poder que la soledad, que solo tendría compañía en el infierno donde se mueren por volver. 






CARENCIAS


Porque te haces más grande
bajo las miradas insistentes
y sus ojos anónimos.

Porque pareces —incluso— más fuerte
cuando mientes en la ciudad
que ya no es tuya.

De ahí que no te crea
cuando hablas.

De ahí mi silencio
tras tu palabra muda.







LAS HOJAS SECAS DE LA ESPERA


¿Qué esperabas encontrar
en un solar de ventanas rotas?

¿Acaso unos pies
sin heridas del camino
cansados de su suerte?

¿Un otoño
que disfrace los cristales afilados
con su fina capa de hojas muertas?

¿Esperabas
            que hubiera vida
                        donde no sale el sol?






APERTURA


Hay que cuidarse de amar
delante de una ventana.

Por las miradas indiscretas,
los intrusos cuerpos
y los gritos de madrugada.

Pueden fugarse las horas,
compartirse el amor,
perderse el tiempo...

Puede toda una vida
quedar a merced del vacío
que acoge el abandono de una casa
con puertas y ventanas tan abiertas
que no pueden ya
   guardar nada.






ANTES QUE YO


Ya te conocían antes que yo,
escribieron sobre ti
y te contaron sus secretos.
Jaime Gil de Biedma sabía
lo que era estar a tu lado,
Luis García Montero
leyó en los ojos de Almudena
tu prosa,
Benjamín Prado adivinó
que tú eras la respuesta.

Gloria Fuertes te contó
algunos cuentos y el misterio
de la piel desnuda de dos mujeres.
Ángel González sigue temiendo
que acudas a su llamada.
Pizarnik aun no sabe
cómo cerrar tus cortes.
Benedetti te dejó con tus puestas de sol
y tus amaneceres,
Neruda sigue paseando por la playa
esperándote mientras mira al cielo
sabiendo que ya no sois los mismos,
y Alberti condenó los trenes que os separaban
de balcones infinitos donde no cabía el mar.


Rafael Pérez Estrada reconoció en mí
el vértigo de su levitador, la sangre
que sale también de estos poemas
al abrirlos.
Machado descubrió en ti la eternidad,
luego Joan construiría tu recuerdo
con una hermosa arquitectura.
Miguel Hernández, como tú y como yo,
llegó con tres heridas
que nadie podrá curar.


Todos ellos
ya te conocían
mucho antes que yo.






ESTATUAS


Nos pasan los años
como el agua cae
sobre las estatuas.

Se visten entonces de polvo y suciedad
y el sol les regala una presencia
que impone el respeto en los ojos que miran.

Crecen en la intimidad de su silencio;
en nosotros igual que a ellas
el tiempo nos enseña a esperar
y ahora buscamos la intención
                        más que el gesto;
                        el cariño
                        en lugar de la caricia.






ALMOHADA


Esta almohada se parece a la tuya.
Juega a ser espejo de barro,
imagina que puede reflejar
algo del pasado en una noche eterna
y anterior a esta soledad.






TEORÍA DE LA INVENCIÓN DEL DESASTRE


Hicimos trampas
prometiéndonos el mundo.
No teníamos nada.

Solo una lluvia de cristales de sal
nos trazaba caminos verticales
en las mejillas.

Yo soñé unas vías de tren
con tendencia a regresar
de donde nunca se debió partir.

Tú dibujabas en el aire
el contorno de una ventana
donde decías que estaba
una pared con mi nombre.

La pared la inventabas
como un mimo su cárcel.
Allí no había nada
más que tu asfixia.






EL LÍMITE


Nos confundimos tanto... Estamos tan equivocados que creemos ciegamente las voces que nos llegan desde cualquier horizonte. Acumular, acumular más y más y cada vez más, hasta el punto de abandonar en un olvido infinito lo que tomamos antes de ayer entre las manos. Nos han engañado de una manera horrible, nos han deformado, porque nacemos puros, inocentes, buenos... Eso quiero creer, eso siente el niño creador que llevo dentro, al que no le permito que suelte las riendas, al que alejo del camello que carga con los mismos lastres que los demás, y con el que dialogo para hacerle entrar en razón y explicarle que ya he sido suficiente león, que ya hay muchas ciudades rotas, muchos lugares abandonados por él y una eternidad de hábitos que ahora nunca, nunca más.

Entonces me miran sus ojos vírgenes que no conocen el mal y pregunta, con la inocencia que tan valioso lo hace, por qué el resto solo quiere consumir, comprar, poseer, gastar, usar y tirar tanto como sea posible.

Y yo, con la experiencia de haber sufrido aquellos valores, le hablo de cadenas, hambre y grilletes; le hablo de la necesidad de maquillarse para la mirada ajena, le muestro las máscaras que visten, la sonrisa que enseñan y el llanto que guardan; le digo que no es aquella la verdadera libertad, sino aprender a estar solo, a decir que no cuando no se quiere, a cuidar nuestra voluntad verdadera que es todo el tesoro que un espíritu libre puede guardar. Tras un breve silencio, añado que hoy, ser libre, se asemeja a una casa vacía que nadie quiere habitar.

Entonces calla en la profundidad
de los ojos con los que mira.
Y no me entiende.











Y, si no hay cielo,
¿qué nos queda por asaltar?










PUNTUACIÓN


Escribimos para cerrar etapas
de una vida que no supimos tener.

Escribimos para ver
lo que los ojos no ven,
para encontrar bajo la tinta
las palabras que nada más
logramos entender en silencio.

Escribimos porque solo en el papel
tiene sentido
            un punto
                        y final.






BANDERAS


Basta ya de alimentar el símil de la guerra, la metáfora de muerte como soledades no cesa en su insistencia por resucitar, pero hoy lucen banderas como nunca antes se izaron con un pudor tan frágil como las patrias. El punto se ha alejado de la coma para cobrar protagonismo merecido y necesario como tantos dolores con la fuerza imparable de un reloj, y la historia agradece su trabajo al son de un tic-tac que cae como nubes de plomo. 

Esas banderas... Son hoy de un blanco tan puro que hiere al mirarlas. Me acerco a una de ellas, no sé si con más timidez que vergüenza, o tal vez sea solo miedo, solo temor. Escribo en uno de sus vértices ¿cómo, por qué, cuándo...? Y canto el himno mientras cae una lágrima, pero no es orgullo eso duró lo que duran las palabras en el viento, sino la tristeza más sentida, profunda, merecida






CANCIÓN DE AMOR
(PERDIDO)


Era cuestión de tiempo
que cayeran del cielo
las estrellas que tiritan.

Los balcones se deshacen
como alas de golondrinas
tristes y oscuras
cansadas de volar.

Era cuestión de tiempo,
el eterno reloj de arena
acabó por secar el mar
con el paso de las olas inertes.








CÓMPUTO DE DAÑOS


Si hoy dueles, cicatriz mía,
es porque un día ignoraste
la opción de sanar bien.

...

Tímida esperanza, si vives hoy
es porque no tuviste la fuerza
necesaria para morir.

...

Si miráis ahora cansados,
tristes ojos rendidos al silencio,
es por el repleto vacío admirado.

...

Vosotros, brazos abatidos,
que no tenéis cuerpo que abrazar,
descansad hoy conmigo, descansad.

                                                                               


Ilustración recibida en una carta de Marta Ruiz Anguera, artista mallorquina, como parte de su Proyecto epistolar (2019).







PROYECTO EPISTOLAR

Carta a M. R. A.



No encuentro el orden de las palabras que busco
cuando caigo de lleno en tu imagen
perfecta e inmortal.

Tal vez “armonía” deba estar entre ellas.

La paz que desatan tus manos
al acariciar el blanco del lienzo
es un precioso aviso:
El arte está a punto de hacerse verbo.

“Fuerza” es otro aliado en forma de palabra.
Solo hay que mirar
el ardiente castaño en tus ojos,
el ángulo valiente y seguro
que nace del vértice lírico
donde se unen tu cuello y tus hombros.

No encuentro el orden de las palabras,
pero doy de lleno con un refugio
al ver tu obra
cuando cierro los ojos.

Así es el arte,
aparece en silencio,
con la única compañía
de un cuerpo y su soledad.



GATOS


Hablan de un hilo rojo
como manos y ojos del destino.

No hablaron de su fragilidad,
aunque de tanto jugar con él,
de tanto tirar y tirar,
nos hicimos eco
de una particular naturaleza
que nos encuentra en el abrupto espacio
una y otra y otra vez.

Se reconstruye con un rumor de esperanza
que no es ni tuyo ni mío
sino de un futuro vago
cansado de hilar olvidado y lento.

Seremos entonces las cuerdas que nos atan
al viento que arrastra la bruma intrusa en la ciudad
para no olvidar el mar del que venimos.

Cruzaremos inadvertidos la frontera
que cubre de tierra las cenizas
del pasado. El paso vacilante
no dejará huella alguna
pese al descaro violento
de unos dedos
buscándose en lo imposible.

Seremos cuerdas y libertad,
niebla y ceniza, eco y violencia.



Seremos como gatos
que huyen de la mano
que les da de comer.







LA RESISTENCIA


Me quedé solo, con poemas nacidos
en despedidas de urgencia,
un manual de excusas
escrito a lápiz
y un mapa que olvidó
el lugar donde guardo
la sinceridad más pura,
tímida, inocente.






CUESTIÓN DE ESPACIO


No cabía en esa cama
con los ecos
de unos cuerpos
sin nombre.








LA ETERNIDAD DEBE SER ALGO PARECIDO A ESTO


Está vivida ya toda la vida, no quedan metas y los referentes han pasado a ser una vergüenza. No es nada nuevo, lo sé, tampoco pretendo reinventar el polvo que ahora soy. Unos versos en un papel pasan desapercibidos por el desorden de mi escritorio. Justo ahora los veo enfrente de libros que tratan eternos capítulos sobre libertad, liquidez y espectáculo, bolígrafos gastados, tres dólares sí, dólares; resulta hasta metafórico: podrían valer algo, pero aquí no valen nada, algunos tiques, palillos de la ropa... Esto es demasiado absurdo, pero al menos resulta armonioso en su penosa medida.

Los versos, decía, se desploman así:

Tapo con palabras
las grietas de esta
casa vacía.

Al lado duerme la letra de una canción: Será un reencuentro inesperado en noche azul... Y continua. No sé ni siquiera la intención. También hay una pauta sobre la retirada de un tratamiento farmacológico firmado por una doctora que podemos añadir a la gran y prematura lista de intentos fallidos. Es triste que esta sea la realidad: la vida ya solo es inercia, si es que acaso queda movimiento alguno. Al menos observo… Aun puedo ver, entonces escribo metódicamente, sin que nadie lo sepa, una des-cripción exhaustiva en mi cabeza. Pero ya no siento nada nuevo. Todos los días son el mismo día.





CONCURSO ABSURDO


El silencio:
una habitación de suelo yermo
del que brotan inquietas malas hierbas
—seductoras y ocultas—
en forma de preguntas
            y rotundas verdades.








LA VERDAD, EL TIEMPO O EL VACÍO


Que fuéramos los únicos que conocían el rostro escondido tras la máscara era lo que nos hacía grandes. Anónimos para la mirada ajena, nadie sabía qué estaba ocurriendo detrás de aquellas ventanas empañadas en noviembre.

La idea ha vuelto a huir de mí.
No encuentro palabra ni imagen.
Tampoco sé qué me asusta más:
la verdad,
el tiempo
o el vacío.

Y me escondo de nuevo. ¿Qué hacer si no...? Solo quiero evitar los espejos, el polvo y demasiadas canciones. Pero aparezco conduciendo y la radio empieza por romper mi estrategia. Me salto una salida y acabo en el sitio equivocado. Cierro los ojos y la tormenta perfecta no puede romper: ya no me acuerdo del reflejo.


Pero aún sé imaginar
palabras escondidas
en el vaho.


Aunque me lo invente
todavía sueño
que sonreía.







I QUÈ ÉS LA VERITAT?

Trist el qui mai no ha perdut
per amor una casa.
Joan Margarit


Sobre los labios que se hicieron
palabras de amor,
entre el insaciable desorden
de unas sábanas deshechas,
bajo la ruta de asfalto
que envenena la ciudad,
nace de la calma
            una pregunta:

¿Fue nuestra la historia que inventamos,
o solo las manos que la hicieron realidad?






CAMINO DE LIBERTAD


I

La poesía y la libertad tienen algo en común:
para ser, ambos han tenido que cargar
con el peso de todo.



II

Pobre el alma que se dice libre
y solo fluye por caminos ajenos.


III

Decirse libre
es elegir
qué no hacer.


IV

Contempla cómo muere el río
en la inmensidad de un mar
sometido por la impasible costa.






EFÍMERO


Yo he regalado
una eternidad con estos poemas,
pero ¿quién me hará ahora
            a mí eterno?

Tan solo el paso del tiempo
conoce el enorme absurdo
de mi pregunta. 


Nada, nunca, nadie.




LA REALIDAD


I

Todo son
a fin de cuentas
esfuerzos por ser escuchado.



II

Rompe las cadenas
que te salvan del vacío;
luego disfruta la breve libertad
mientras dure la caída.



III

He intentado
refugiarme entre tus labios
pero no dices nada.



IV

Hay una lágrima cayendo por dentro
y no quiere que nadie la vea.
No quiere responder ya.






SER DIOSES


Jugamos a ser dioses,
desatar tormentas,
ignorar las ruinas
hijas de nuestro infinito poder,

pero despojados de toda fantasía
                        y entre mortales
lloramos ahora
la ira de un pasado
que sigue matando en el presente.






ANATOMÍA DEL CUERPO SOCIAL


Lo erótico de lo prohibido
y la banalidad del mal
van siempre de la mano;
con la que les queda libre
acarician cuerpos
mientras caminan lento
sin mirar dentro
de los ojos con los que juegan.






CIUDAD GRIS


Si no sobrevive mi soledad al tiempo
volveré allí algún día con mi hijo,
y entre rascacielos como lápidas grises
nubes de prisa y cuerpos que caminan
como huesos durmiendo bajo el asfalto,
le diré, sin mirarle a los ojos:
           
            ¿Ves todo este campo?
            Antes fue ciudad
con alguien que no es tu madre.






SEIS DEL DOS DEL RESTO DE LOS TIEMPOS


El cielo ha querido congelar
el mundo que hoy se habita
más lejano que nunca.

Perdidos para siempre el café
y su estación, los hijos en el jardín,
el restaurante y su miedo a las doce.

Un reloj despistado por el frío
y un calendario que siempre vuelve
me resuelven la agenda del día:

        Un beso en la frente, cuídate.
        Estima en el tren
        los daños colaterales;
        mientras yo firmo la sentencia
        alguien juega a olvidarlo todo.

.






PROTOCOLO Y ESTÉTICA



Parece que solo sé escribir
en la intensidad de tus albores.

  

I

Como dos titanes,
como dos reyes de naciones enemigas
unimos tiernamente nuestras manos
y a nuestro paso caían rendidas
ciudades bajo nuestros pies.

Pero la guerra es fiel al tiempo,
y aunque amor imposible
hayan sido siempre aliados comunes,
un reloj de arena trazó fronteras
de acero y sal entre tu vida
y el redil de la mía.


II

Ahora me cantas al oído
una canción de calma
y hielo roto en primavera,
me haces visar la paz definitiva
y ciegamente, como casi siempre,
me lanzo a firmar el contrato
con tal de volver a dedicarte
                   algunas palabras.

Aprovecho la oportunidad y sonrío,
sincero y correcto,
escondo mis heridas
y decimos adiós.






BREVE CONFESIÓN A UNA ALMOHADA DE BARRO


Tenías razón:
lo contrario al amor
no es el asco ni el odio,
ni siquiera un rencor pasajero.

Lo contrario al amor
es la indiferencia.








A UN ESPEJO EN SILENCIO


¿Qué paz es esta
si brotan del suelo
cadáveres y siempre
la misma esperanza rota?






EL PESO DE LAS PALABRAS
A LO LARGO DEL TIEMPO


Lo que dijéramos entonces al resto daba igual.
Yo sabía que el cielo se estaba rompiendo
y asomaban tus manos entre las nubes.

Tiempo después empezamos a notar
los efectos de aquello. La noche
invadió el día, las estrellas
nos eclipsaron, y te quedaste
sin respiración.

Debo ser el único superviviente:
                    no hay rastro de luz,
pero aún se escucha el murmullo.






EL MURO DE CRISTAL


Me quiebro en dos ante este muro
que nadie más que yo puede ver. Estoy
saltando a un vacío impensable
y oigo conversaciones ajenas
en la caída constante; no quiero
formar parte de ellas. Dejo entonces
mi cuerpo caer.

—Como si tuviera voto mi voluntad—.

Me acompaña un viento que viene y va,
un salvoconducto que a tantos
ha visto ya pasar de esta vida
a su final, tan solo por chocar
de frente contra la nada
durante demasiado tiempo.






DEDICATORIA A DESTIEMPO


A ti, que me querías ver
tras esta ventana y su luz,
con un café parecido a este.
​Te digo que no entiendo
tu odio y tu rencor, tus giros de guion
sin avisar de que vas a volver
incendiando el camino correcto.






CÍRCULOS


Yo sé que me esperas hasta la mitad del día.
Luego rindes cuentas a tu rutina.

Yo te sé entera y deseante,
cansada de lo conocido
huyendo hacia adelante
todo el tiempo detenido de tu vida.

Pero siempre quieres volver a mí
por eso incendias los puentes
para ser fiel a tu esencia;
no entiendes que no sea ya ceniza.