Ha sido un verano peculiar cuanto menos. Sin duda, ha estado lleno de trabajo por el arte, voluntario y necesario al mismo tiempo,como no puede ser de otro modo. A comienzos de éste, imprimí un par de tiradas de "Las musas", libro del que no estoy especialmente orgulloso, tanto por la forma como por el contenido, pero me consta (y sabed que lo agradezco infinitamente) que algunas personas que suelen pasarse por aquí a echar un vistazo, querían guardarlo en sus estanterías.
Después tuve el placer de editar con mi gran amigo Víctor Díaz una antología de su puño y letra. "Palacio de invierno". Me encargó el prólogo y con muchísimo gusto y libertad, ocupé las primeras páginas de su obra. Consiguió distribuir todos los ejemplares en menos es un mes, y ahora estamos trabajando en la segunda edición. Otra imprenta, otro formato, más poemas...
Cuando acabamos, allá a principios de julio, sentí un profundo hastío propio de los meses de verano. Tenía que hacer algo, o este sería como el resto de calurosos e inertes meses de la época estival en años anteriores. Me propuse entonces editar "Nada que ver", segunda antología. Víctor me hizo el prólogo, solicité una prueba de imprenta para valorar calidades... Surgió entonces, gracias al regreso de ese hastío cuando acabé el trabajo de edición y corrección, de publicar una antología mayor: "Nada que ver" y "Las últimas palabras". Publicar un solo libro, teniendo otro que, pese a ser distinto en forma y contenido, completan una historia, me parecía atrasar inútilmente lo que más necesitaba en ese momento: cerrar una etapa.
No es, desde luego, una estrategia editorial común. Habría sido más "rentable" publicar primero "Nada que ver" y al tiempo "Las últimas palabras". Pero repito, no busco eso. Hasta hace apenas unos días, la edición de esa antología me ha llevado muchas horas diarias y la colaboración, con prólogos, introducción e ilustración de personas distintas que, en cierto modo, me han acompañado durante todo este publicaré algo dentro de poco respecto a la antología en sí.
Sin lugar a dudas, puedo decir que este libro me ha salvado un verano de silencio, sábanas pesadas y persianas bajadas. Ahora empieza otra nueva etapa, tanto en mi vida, como en la poesía. Espero poder tener más luz y claridad a la hora de escribir; estoy en mi hogar, me dedicaré a lo que siempre quise, podré respirar en paz... Os dejo algo que escribí a orillas del Guadalquivir durante mi estancia en la Sierra de Cazorla. En cierto modo, la idea inunda ahora todo lo que digo. O, al menos, esa es la intención.
de una vida que no supimos tener.
Escribimos para ver
lo que los ojos no ven,
para encontrar bajo la tinta
las palabras que nada más
logramos entender en sueños.
Escribimos porque solo en el papel
tiene sentido
un punto
y final.
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