Diría que desde que tengo uso de razón he jugado a vídeo juegos, más o menos dinámicos o entretenidos, pero los he jugado. Resulta muy curioso que la mayoría, o los que más que entretenían eran en situaciones de "mundo abierto" en los que yo podía o hacer tal misión, o divertirme frenéticamente no pocas horas. Y la verdad, lo hacía. Cuando éramos niños íbamos de aquí para allá corriendo, siempre con ganas de llegar a otro lugar dónde hacer... otra misión.
Luego crecemos y la vida no nos parece tanto un juego. Nos encanta cualquier pausa, algún momento que, pese a saber de antemano que es efímero y que precede de nuevo a la rutina, es una pizca de descanso. Pausas... Yo sólo quiero pausas y no darle, de momento, a "continuar". ¿Por qué narices íbamos corriendo hasta la próxima meta? ¿De dónde sacaba yo las fuerzas para poder desbloquear esos objetivos? No hay intensidad, no encuentro ritmo ni espacio para un baile de evasión.
¿Estaría orgulloso mi yo que jugaba despreocupado cualquier nivel? O mejor dicho, ¿sería capaz de completar este?
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