martes, 15 de abril de 2014

El espectáculo de la semana santa

Una vez más, no puedo contenerme y tengo la necesidad de hacer la crítica social al ver que un acto puramente religioso y cultural para el practicante como son los sucedidos año tras año durante la semana santa son vistos y aplaudidos por esos que, fuera de esta semana, se dedican a criticar a aquello que representan las imágenes que adoran durante siete días. 

Hace poco me escribió un amigo por WhatsApp que si mañana iba al centro, y le respondí que si no es con un tanque, nada. Estaba buscando a gente para ir a la playa mañana, y seguramente no iré, pero no porque esté en el centro con la masa en ese reparto peculiar de máscaras entre el público generalmente adolescente al que centro mi crítica, hacia quienes llenaría de plomo si nos salimos de la metáfora, sino porque son las cuatro de la madrugada y estoy pegado al teclado. Bien, pues este gran amigo, uno a los que más aprecio puede tenerle un ser como yo, me dijo que cierto grupo de personas estaban en el centro, siendo en su mayoría ateos viendo madera procesionar, como ellos dirían un cinco de junio, por ejemplo. Son fechas en las que, por presión social, el ateo se hace devoto, a su manera. Donde estos individuos van de penitencia haciéndose fotos con cada colega que ven, donde las nazarenas, debajo de la túnica no son precisamente santas, y avisan la llegada de un Señor en el que no creen. Hombres de trono que levantan el pulgar a la cámara que le retransmite y abandonan cuando se cansan de tirar de tanto peso, niños de papá que van en su peculiar masa en la que el pase vip es tener un iPhone y unas Vans a deambular sin rumbo a la espera de que el paso de los años los convierta en esos cerdos con dinero que ocupan las tribunas, fomentando que se haga de un culto religioso, un espectáculo del que sacar beneficio económico, la falta de respeto por parte del público en general ante lo que para unos pocos tanto significa...

La impotencia de saber que con el valor económico de las obras expuestas en las calles se podría moderar tanta pobreza en la que dicen rodearse tantas hermandades hace aveces que lo bonito que pueda encontrarle se rompa por el odio al clero, la falta de coherencia e hipocresía. Y encima ver a la legión dando espectáculo y haciendo el ridículo con la cabra.

Recuerdo algo que me contaba mi abuelo, y es que cada martes santo se iba al pueblo a llevar en via crucis a un cristo de allí, y que todo el mundo iba callado y respetando la imagen. Ahora las procesiones se han convertido en una cabalgata religiosa. Se ha perdido lo serio del acto, su esencia. Por cosas así pienso en muchas ocasiones que habría sido más feliz si hubiera nacido un siglo atrás... Las generaciones jóvenes eran más decentes.



Perdonad si no se lee muy claro, pero necesitaba soltarlo, y la idea está presente, siempre suele ser la misma. Extinguíos. 

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