jueves, 7 de agosto de 2025

Para más pena

La historia comienza así: lleno el vacío con trabajo, con ser productivo, con rendir en cosas que me distraen pero no me llenan. Lo que llenan insisto es el vacío de una vida ocupada. Después se abre una ventana. La oportunidad de cuidarme, de quererme, de descansar. La oportunidad también de dejarme cuidar, dejarme querer, descansar de la soledad. Esa ventana abierta pone en medio de mi habitación desordenada una realidad, un espacio-tiempo donde yo soy el protagonista, donde ya no tengo que llenar vacíos con trabajo con productividad con rendimiento. Un espacio-tiempo que se presenta como verdaderamente mío, como puro en tanto que libre de la imposición del trabajo y el sacrificio para ganarse el pan. Como si hubiera que ganarlo y no fuera un derecho. En fin, un espacio-tiempo donde pueda ser yo


La historia continúa con un recurso destructivo, manido y repetido hasta el llanto de cualquiera que mire esta pena de vida. Mi ser –mi cuerpo mi mente mi cerebro mi existencia mi soledad pensante mi corporeidad– colapsa. No entiende lo que es el tiempo para mí, no entiende. No entiende. Y responde. Podría quedarse callado, aburrirse, dejarlo pasar. Mi ser podría ignorar este nuevo vacío en medio de la habitación, pero decide responder y colapsa. Y yo con él. Colapso sobre mí mismo. Comienzo a adoptar posturas impensables. Fetales. Abortivas. Malformaciones del ser. 


Sigue: Claudico de la vida en el momento en que la vida me permite ser un hombre libre un hombre realizado un hombre amado un hijo un tío un hermano un amigo un nieto. No hay espacio para mí en el mundo porque en cuanto pretendo habitarlo se desencadena una respuesta incorregible de colapso absoluto. Y nada puedo hacer. Y nadie puede hacer. Meterme en un boquete hasta que tenga que volver a hacer algo productivo y entonces disociar. Si no, soy un feto repleto de malformaciones cuya única salida digna es el aborto. 


Solo puedo ser con un mínimo de tranquilidad cuando no soy consciente de que soy. En la disociación del trabajo. Mi vida, por lo demás, es un desierto. Camino entretanto hacia un horizonte. Cualquiera. Que la muerte también en cualquier momento llegará. Estoy tan cansado. Exhausto. Consciente. Abrumado. Malformado. Ansioso por que termine ya esto. Angustiado por que no va a hacerlo nunca. Pero mientras cada colapso duele más. Cada claudicación son más espadas clavadas en el pecho. Ya apenas tengo cuerpo que ofrecer, no hay sitio para más herida para más espadas para más pena. Para más pena. 






y la luz ya no fuera un haz de espadas 

y el aire ya no fuera un haz de espadas 

y el dolor de los otros y el amor y vivir 

y todo ya no fuera un haz de espadas 

y acabara conmigo 

para mí

para siempre

y que ya no doliera

y que ya no doliera.

martes, 15 de abril de 2025

Recuperar el animal herido

Estoy enajenado. No sé qué soy, quién soy. Mírame: he desaparecido y nadie puede encontrarme. He intentado abrazar la vida adulta, integrarme en este modelo limitado de qué se espera de mí, de pasar desapercibido, de disimular las heridas... Ay. Es complicado esto último. Sé que las he tapado, normalmente, con muchas palabras. A veces poemas, a veces confesiones en este lugar. Creo que llegué a pensar que si no las miro no sangran, pero me he despertado y la casa está empapada de sangre. ¿Cómo es que sigo vivo? Segunda sorpresa. 

Fíjate, ha pasado algo, un amor y una huida fallida. ¿Estoy perdiendo agilidad? Imagina los titulares en mi cabeza: maestro escapista cazado en plena huida, llorando en una esquina, volviendo arrastrado sobre sus pasos, inexplicablemente vivo. Yo sé que hay cosas que cuesta entender. Las guerras, el comportamiento caprichoso de los átomos, las cosas que yo siento y que no sé si se les puede llamar amor. ¿Quién iba a salir corriendo, a esconderse, en cada amor? Ah, un muerto, un animal herido. Llevaba tiempo sin escribir. Creo que siempre lo he hecho como un acto de solidaridad conmigo mismo. Como darme la mano. Como echarme una sábana por encima una noche de verano o la noche en que me muera, es lo mismo. Decoro, formalidad, un gesto de compasión. De autocompasión.

Este narrador que juzgaba mi vida, que me sobreprotegía del mundo, ¿dónde está? Echo de menos el impulso irracional que me inyectaba adrenalina suficiente para huir de todo. ¿Por qué me quedo? ¿Qué estoy haciendo aquí, si todo aquí es hostil?

Recuerdo ir a la playa de pequeño con mis padres y mis hermanos. Había una chimenea muy alta, abandonada, de cuando esta cuidad costera tenía aún tejido industrial y no era solo un lugar con playa y bares. En esa chimenea había pintado "NO A LA GUERRA". Yo no sabía poner Irak en el mapa. Ni sabía que era Irak. Ni sabía tampoco qué era una guerra en realidad. Pero qué obviedad, pensaba. No a la guerra, pues claro. ¿Quién puede amar el conflicto? Lo lógico es evitarlo. Lo lógico es huir. Lo lógico es desaparecer cuando la violencia te estalla en la cara.

¿Siempre he pensado así? Quiero decir, ¿debe tranquilizarme que un pequeño Guille de 6 años no entendiera el conflicto? Ese pequeño Guille que le gustaban las camisetas rosas, pasar el verano en calzoncillos, no confrontar el dolor porque era mejor experimentarlo de una manera difusa a ver los detalles de las heridas, ¿ha cambiado? Creo que esa torre sigue en pie pero ya no pone ningún mensaje obvio. Lo han pintado para neutralizar las palabras. Esa chimenea para mí era una torre que existía solo para decir una obviedad. Ahora no dice nada. Tal vez antes yo decía algo cuando huía, cuando escapaba de confrontar un dolor. Creo que aprendí, no sé si a ignorarlo, pero a dejarlo estar. Y a apartar su origen, si era posible. 

Quiero volver a escribir. No sé si es masoquismo, autosabotaje, o qué, pero necesito reconsiderar los conflictos que ahora intento neutralizar. Tal vez los intento neutralizar como quien tapa una obviedad, y es que el mundo está en guerra y la guerra no tiene sentido y aún así hay torres abandonadas que condenan la guerra y mi niño interior (¿y exterior todavía?) se siente muy confundido, porque ¿quién va a amar el conflicto? Pudiendo desaparecer. 

Estos días he vuelto a escribir algunos poemas. Sobre la geografía del amor, sobre los límites de la ternura, sobre no ser importante. Parece que vuelve ese pequeño animal herido. Y encuentro cierto placer y paz en saber que existe, que no ha muerto, que no se ha perdido. Solo estaba imitándome. Escapaba, esta vez de mirar adentro. Pero sigue igual de triste y vacío todo. No sé qué es esto. No sé el sentido del conflicto. 



Vienes solo, no hay nadie por detrás. 
Rompes todo, te van a hacer llorar. 
Míratе bien, no formas parte del plan. 
Quiеres arder para volver a empezar.