domingo, 21 de febrero de 2021

El continuo pre-colapso

Alguien ha gritado. Alguien ha dicho «¿por qué no te mueres ya?» y nada más; después de gritar se ha hecho el silencio. Creo que no dijo nada más, pero no importa; puede que me lo esté inventando y nadie haya gritado nada. El caso es que yo he pensado que alguien gritaba «¿por qué no te mueres ya?» y entonces he empezado a lucubrar sobre ello. No me refiero a pensar por-qué-no-me-muero-ya sino que más bien he tratado de imaginar una teoría de la temporalidad. Lo que me interesa de la pregunta que alguien en mi cabeza lanzó a gritos es el «ya». La instantaneidad del ya, la perdurabilidad de lo humano. Ese «¿por qué no te mueres ya?» sugiere que hay alguien que piensa que otra persona debe morir ya. Presupongamos esto: hay un fin subjetivo. Y esto es lo que me atormenta. No verlo. 


Alguien ha gritado pero en este sentido me es completamente indiferente al proceso mental que he emprendido. Me inquieta algo que, si bien no es exclusivo de mi propia experiencia individual (sino que es algo colectivo, creo), he experimentado como si así lo fuera. Yo y mi temporalidad subjetiva. Yo y este dolor permanente, esta angustia inexpugnable. Alguien ha preguntado «¿por qué no te mueres ya?» y yo he entendido «¿por qué no colapsas ya?». No es lo mismo. ¿Sí? No. Vivo al borde de un colapso permanente. Parece que absolutamente todo va a saltar por los aires esta misma tarde, pero mañana apago el despertador y preparo café y todo sigue. En un continuo estado de pre-colapso. Y a mí me duele más cada vez.


Es pesado soportar el desastre. Cansa esta horrible maleabilidad emocional del ser humano que hace de ese colapso algo dinámico. El umbral del desastre va moviéndose, parece que nunca voy a alcanzarlo. Sí, yo cada vez peor, cada vez más saturado de todo, más colapsado, más triste angustiado cansado al límite, pero el umbral real del colapso se desplaza unos milímetros justo cuando voy a rozarlo con la punta de mis dedos pálidos y fríos. Creo que no dolería tanto si no fuese eterno. ¡Ah! Sí, la eternidad es hasta donde yo llegue, y de momento hasta cuando yo llegue. Me hago infinito. Cabe en mí infinita angustia infinito dolor infinita ansiedad desesperación rabia tristeza. Por eso nunca colapso, pero cada vez tengo más pena aquí adentro. 


Estoy cansado. De que sea siempre lo mismo, de que se acumule la tristeza y de que se repita cíclicamente la pregunta en mi cabeza, cada vez con más sentido.